Se enfoca en la recopilación de información detallada sobre las funciones cognitivas del paciente a través de diversas pruebas neuropsicológicas, entrevistas y análisis de la historia clínica. Se evalúan áreas clave como la memoria, atención, lenguaje, funciones ejecutivas, habilidades motoras y coeficiente intelectual. El enfoque integral busca entender tanto las dificultades como las capacidades intactas, lo que permite una visión más completa del perfil cognitivo del paciente, incluyendo el impacto de trastornos neurológicos, psiquiátricos o factores externos.
Una vez realizada la evaluación, el siguiente paso es el diagnóstico, donde se determina la naturaleza, gravedad y posible evolución del trastorno identificado. El diagnóstico se basa en los resultados de las pruebas, la historia clínica y los factores contextuales que puedan estar influyendo en el funcionamiento cognitivo y emocional del paciente. Este diagnóstico es esencial para desarrollar un plan de intervención adecuado y personalizado.
Se ofrece apoyo emocional al paciente y sus familiares, ayudando a descubrir fortalezas y estrategias para manejar emociones como ansiedad, frustración o depresión. Se brinda acompañamiento en el manejo del duelo, no solo por la pérdida de capacidades cognitivas o seres queridos, sino también por cambios significativos en la vida, como pérdidas laborales, de pareja o alteraciones en el entorno. El enfoque también facilita la adaptación a nuevas circunstancias, promoviendo la integración social y la aceptación del diagnóstico, con el objetivo de mejorar el bienestar emocional y la calidad de vida.
El enfoque se basa en integrar un modelo multidisciplinario, donde se asegura el seguimiento de otras disciplinas según las necesidades del paciente. Esto permite un abordaje integral, atendiendo todas las dimensiones de su bienestar, tanto físicas como emocionales, y garantizando que el tratamiento sea lo más completo y eficaz posible, mejorando así la calidad de vida del paciente.